La violencia contra la mujer es una lacra surgida de un sistema patriarcal y ha aumentado como producto del descarnado capitalismo que nos ahoga y nos corta las gargantas, expriendo hasta nuestra última gota de sangre.
Con ellos, las religiones han pisoteado a las mujeres, ordenado el silencio, por esto debemos decir basta de permitir que nos denigren, es el tiempo de la resurrección de nuestras ancestras acusadas de brujas que fueron asesinadas por su fortaleza.
El maestro de
las adivinanzas
Las lágrimas
del Diablo
corren hacia
arriba.
Dicen que
cuando Lucifer penetró
los oscuros secretos
de esos dioses
de miradas
torvas,
algo eclipsó
en su alma y dejó de creer.
Cuentan que antes
de ser concebida,
de ser
arrojada del vientre de mi madre,
demonios como
arcanos florecieron
en mi pecho y
en mi mente.
-Shhhhhhhh,
es pecado
cuestionar a los dioses
y desentrañar
los enigmas
escritos en las piedras.
Pero no puedo
evitarlo,
sé que hay
demonios en los púlpitos,
y ángeles hundidos
en las cloacas,
seres cuyas
lágrimas son los vórtices
que expanden
el Universo.
Sé que están
aquí,
a una mano de distancia,
y que se me
parecen.
Entre las más degradantes actitudes machistas impuestas y propagadas por el patriarcado, tenemos la violencia sexual contra las mujeres y la manipulación de uestros cuerpos como objetos creados para dar placer. Es una lástima que tantas mujeres aporten a este modelo denigrante permitiendo que ser tratadas como objetos dependientes de los hombres, que giran como satélites inútiles alrededor de los hombres que las miran como cosas y no como seres humanos.
Genocidio
Remecer los
pies a la Historia,
no, no es
tarea fácil.
Hoy, al
pedirle me explicara
el
significado de la palabra genocidio,
de sus ojos cayeron
lágrimas.
En los
falocéntricos diccionarios del patriarcado,
el aniquilamiento de la mujer
en nombre del
amor, la familia y los dioses,
no existe,
aunque nuestros cuerpos
denuncien a
los genocidas.
Existe cierta
clase de hombres,
me dijo,
que se llena
la boca
con discursos
de fidelidad,
pero que
tienen vidas dobles,
hombres que
llevan a sus hijos
de la mano a
los colegios,
que duermen
con sus esposas
y besan a sus
hijas en las frente,
con el deseo
de besarlas en la boca.
Son seres
aborrecibles,
que aparentan
ser normales,
pero que son
monstruos,
monstruos que
torturan niñas
niñas
que lloran sin hacer ruido,
mientras les
muelen los sueños.
Los he visto
he convivido
con ellos,
y los he
mirado a los ojos.
Hay tantas
palabras para definir
actos tan
aberrantes,
tantos
eufemismos creados
para proteger
a los perpetradores,
tantas culpas
desviadas hacia las víctimas,
tantos
silencios cómplices,
que como madejas se enredan
tras las puertas de las casas.
Nora Guevara García