A las que se llevaron
Desde el ojo
de un pescado
que se pudre
en los caminos,
te observo.
Desde un ojo
plagado de
pústulas,
y enceguecido
por el dolor
te acuso.
Sé que nadie
recogerá mis restos,
que nadie
acunará estas agallas
que se queman
y desaparecen
bajo el sol.
Por
eso te miro
y
me hundo en tus pupilas,
para
que como un engendro
me lleves en tu alma.
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